viernes, 7 de octubre de 2011

“Yo me declaro mujer con pene”


por Sabrina Díaz Virzi

Al cumplirse un año de comenzar su tratamiento de reasignación hormonal, Elizabeth Mía Chorubczyk, una artista transexual, realizó una performance que pone en cuestión qué es ser mujer y dónde radica esa construcción. A los 23 años, Effy puede decir que se animó a ser quien quería ser.


A Elizabeth no le pusieron Elizabeth cuando nació. Su nombre, el trato que recibía, la ropa que le ponían y los juguetes que le compraban los sentía, en algún punto, ajenos. Aunque nació con genitales masculinos, siempre se sintió parte del género femenino. Tras 22 años de confusión en la que sus allegados intentaron “encauzarla”, inició su tratamiento de reasignación hormonal en abril de 2010. “Me costó mucho tomar la decisión de involucrar mi cuerpo en la construcción de mi identidad, pero era necesario para continuar creciendo y conectarme conmigo misma”, cuenta a Entremujeres.

Elizabeth Mía Chorubczyk (o Effy, su apodo) se encarga de aclarar que este proceso es una reasignación y no un “cambio” de género, ya que “lo que indica es que se me reasigna al género al cual siempre pertenecí”. Mientras ella tomaba estas decisiones, cruciales en su vida, debió afrontar también el prejuicio de los otros. “Lo que más me dolió fue que varias personas dejaron de darme trato, incluida mi hermana. Eso duele mucho, pero trato de respetar sus procesos. Nunca quise forzar relaciones, si no me quieren o no pueden quererme como quien soy, pues que no me quieran. Prefiero eso a obligarlos a ellos ser alguien que no son”.

En paralelo a este proceso, Effy comenzó a estudiar Artes Visuales en el Iuna para compartir sus inquietudes. Luego, combinó sus nombres y formó effýmia, su firma artística. “No es un alter ego, ni es mi nombre. Se escribe con minúscula inicial para hacer hincapié que effýmia no es mi identidad, es sólo una firma, una palabra juguetona que suena a bulimia, blasfemia o a lo efímero que, a su vez, es mío”.

“¿CON QUÉ GÉNERO NACÍ?”

La decisión de comenzar el proceso de reasignación de género no fue fácil para Effy. Tuvo que enfrentarse a años de mandatos externos cruzados por sentimientos y sensaciones propias. Tuvo que mirar de frente ese par de décadas llenas de confusiones para reconocerse, aceptarse y animarse a ser quien quería ser.

“Ser hombre en la sociedad actual implica ciertos privilegios y responsabilidades relacionadas al poder que son satisfactorias”, reflexiona Effy y reconoce que cierto gusto por definirse varón en su infancia quizás haya retrasado en parte su decisión de “hacer algo con lo que soy”.

Después de varias entrevistas en el Hospital Durand, Elizabeth comenzó el proceso. Usa un gel diario (“con un 0,06% de estradiol, prácticamente lo mismo que las pastillas anticonceptivas”, aclara) y un inhibidor (una pastilla diaria que toma para que sus genitales no produzcan testosterona). Esto implicó varios cambios en su cuerpo, como aumento de busto, cambio en la distribución de las grasas, en el crecimiento y grosor del vello, en la suavidad y sensibilidad en la piel y el tacto, el hecho de llorar con mayor facilidad o no enojarse tan fervientemente y disminución de la libido. “Biológicamente, lo viví de la manera que elegí hacerlo: no invasivo ni brusco, natural. Viví una segunda pubertad. Respecto al proceso social, busqué que evolucione a la par. Mi proceso lo viví, vivo y viviré de la forma que me ayude a crecer y ser mejor persona, indistintamente del género”.

De todas formas, Effy cuenta que, si bien le costó mucho aceptarse como transgénero, más le costó aceptarse como mujer: “ser mujer viene atado a varios mandatos sociales opresivos con los que aún tratamos de lidiar, negociar y derrocar. No siempre me siento a gusto siendo mujer. Los acosos en la calle, la subestimación en el trabajo y en los chistes sociales, las situaciones de pareja donde se plantea una situación de inferioridad son cosas con las cuales no me siento cómoda y lucho como feminista para problematizar y resolver la violencia de género”.

"SIEMPRE SERÁS MUJER"

“Una vez una persona me dijo: aunque vos te sientas mujer, te crezcan las tetas, tomes hormonas, te operes los genitales, nunca serás mujer porque no menstruás ni sabés lo que eso significa”, lanza Elizabeth en su blog. Esta frase no sólo dolió, sino que fue el germen inicial de un su proyecto “Nunca Serás Mujer” que problematiza, justamente, qué es ser mujer y dónde radica esa construcción.

En abril de 2011, a un año del comienzo del tratamiento de reasignación hormonal, Effy se extrajo medio litro de sangre, una cantidad similar a la que debería haber menstruado una mujer nacida con genitales femeninos. Repartió la sangre en dosis para representar trece menstruaciones con acciones performáticas relacionadas con lo que vivió cada mes desde abril de 2010 a abril del 2011.

“Yo no considero el ‘ser mujer’ como un sinónimo de ser femenina, ni de ser madre, pero muchas mujeres se piensan a sí mismas así. En mi proyecto simulo las menstruaciones, comparto vivencias íntimas de lo que experimenté como mujer en todo este año”, comenta Elizabeth. “Utilizo la menstruación como una excusa y como cierta burla a la desaprobación de los otros, no burlándome de ellos, sino ayudándoles a ver lo que me sucede internamente, siendo sincera”.

Una de las “menstruaciones” más fuertes para Effy fue la de marzo, ya que contaba un hecho reciente y doloroso: “el haber dado mi virginidad al mismo hombre que me rechazó por no poder quedar embarazada. Además, estaba presente mi mejor amiga de 47 años que nunca tuvo hijos y que empezó su proceso de menopausia a la par de mi proceso de reasignación hormonal. Por lo tanto, ambas fuimos volviéndonos infértiles al mismo tiempo”. En esa performance Elizabeth problematiza la influencia de no ser madres en la femineidad, el dolor social de aquellas que no pueden concebir o eligen no hacerlo. En este sentido, comenta que son más las mujeres las que se conectan con lo que ella narra o se sienten más identificadas con las situaciones de violencia de género que denuncia.

La performance final es otra de sus provocadoras propuestas: en un espejo de su casa escribió con la última dosis de sangre “siempre soy mujer”, en respuesta a aquel “nunca serás mujer” de los otros, y subrayó la palabra “mujer” con sus genitales masculinos. “Mi ser mujer no contradice mi genitalidad porque no es en mi genitalidad donde radica mi identidad de género sino que, de hecho, afirma que lo soy. Yo me declaro mujer con pene: soy mujer, tan mujer como una que tiene vagina y manifiesto mi ser mujer como parte de esa diversidad”.

“HOY ME SIENTO VERDADERA”

En una de sus “menstruaciones”, Elizabeth cuenta cómo el guardia de seguridad del edificio donde trabajaba no la dejaba entrar porque en su lista figuraba Elizabeth Chorubczyk, pero no en su documento. “Yo hablaba en femenino y él se dirigía a mí como ‘señor’. Me decía ‘seamos sinceros, vos no sos Elizabeth”. Este tipo de situaciones violentas es lo que se busca evitar con el proyecto de Ley de Identidad de Género, en debate en el Congreso. “Me protege de la violencia de que el otro me diga qué o quién soy, como si me conociese. El Estado no me conoce, y mucha gente tampoco. El DNI [cédula de identidad] es el contacto que tiene el Estado y otras personas e instituciones para dirigirse a mí y, si dice que soy alguien que no soy, le da poder al otro sobre mí y me despoja de mí misma. Con el DNI tengo que votar, anotarme en la facultad, dar el presente en cada clase tal como figuro en la lista y, en mi caso, presentarlo en otros espacios, como concursos de arte. Sin la ley estoy privada de mí misma, al igual que muchas otras que tienen que estar constantemente explicando quiénes y qué son cuando podría ser todo más accesible”.

Effy vive hoy con plenitud, convencida de que su decisión fue la correcta y dedicada a la creación de nuevos proyectos artísticos (que pueden conocerse más extensamente en su blog). “Me siento verdadera, sincera y conectada con el mundo. El mundo me devuelve lo real y puedo conectarme con eso. No soy pasiva dejando que las cosas fluyan como si yo no tuviese autonomía o control sobre mi persona. Me siento muy activa y muy comprometida a aportar a la sociedad lo mismo que me enseña aunque sea en base de lo que me quita”.


Fuente: El Ciudadano; tomado de Entremujeres

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